El puente romano de Lugo data de la primera mitad del Sigo I y se ha descubierto que ha llegado a tener en sus orígenes 7m. de ancho, casi el doble de lo que se muestra en estos momentos.
Forma parte del camino primitivo de Santiago y es tanto visible como accesible desde la N-VI dirección Madrid, poco antes del Hotel Balneario de Lugo.
El puente romano de Lugo tiene una longitud de 104m y fue utilizado en sus orígenes como una de las entradas principales de la ciudad cruzando el Rio Miño, uniendo nuestra ciudad con Bracara Augusta (Braga) a través de la Vía XIX
Ha sido remodelado en los siglo XII, XIV y XVIII, siendo las últimas obras finalizadas en el 2014, remodelación en la cual se ha hecho peatonal. En esta última obra se han dejando los pilares del puente romano a la vista, permitiendo realizar diversos estudios sobre la construcción. Al hacer éste puente exclusivo peatonal, se ha derivando el tráfico rodado por el “Puente Nuevo”, levantado muy cerca de nuestro puente romano.
Como ocurre en la gran mayoría de obras pontoneras viejunas pues hay que tener en cuenta las múltiples intervenciones a lo largo de los siglos. En este caso, sobre basas auténticamente romanas -lo que nos indica un puente que fue genuinamente romano- se han reconstruido pilas, bóvedas y muros en función de los diferentes colapsos o sabotajes que esta obra civil ha sufrido. La impronta actual, independientemente de su reciente recomposición, es la de un puente de acento medieval por los arcos ojivales que contiene, drásticas reconstrucciones en el barroco, otras en tiempos clasicistas hasta llegar al período decimonónico en que se produce la intervención más agresiva por ensanche de tablero pero actuando a nuestro pesar sobre elementos antiguos como eran pilas, tajamares y espolones. Con la restitución parcial a su impronta habitual anterior al siglo XIX -la ejecutada entre los años 2012/2013- se consigue recuperar en su forma un bien monumental que deberemos de cuidad para transmitirlo a generaciones futuras. Entiendo que esta última actuación fue controvertida y aún sigue dando que hablar y escribir pero en nuestros días, parece que la solución dada al asunto es la más realista y cuidadosa con los bienes culturales y patrimoniales que cualquier ciudad o población puede exhibir con cierta dignidad. Incluso opino que esta determinación de devolver a su estado original -en la medida de lo posible- cualquier monumento antiguo de valor que ha sido drásticamente modificado por conveniencia -o incluso necesidad en tiempos pasados- se debe generalizar y poner en práctica cuanto antes y ya tenemos varios ejemplos aunque en la obra civil no abundan, ciertamente.
Con respecto a la historia de este puente y su posible origen poco sabemos. Parece plausible que se levantara cuando va tomando auge la mansio o civitas de Lucus Augusta (Lugo) como punto intermedio entre las dos grandes urbes del siglo I d.C. en Hispania y que son Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga), ciudades que estaban comunicadas por la Vía XIX del Itinerario Antonino, calzada a la que daría servicio nuestro puente. Como en otros casos habituales, incluso pudiera ser en origen un puente de pilas de piedra y tablero de madera que con la evolución y prosperidad de estas poblaciones, además del asentamiento y pleno dominio de la Gallaecia por parte del Imperio, se decidiera por aquellas fechas levantar una estructura de fábrica al puro estilo romano como se verá por algunos hallazgos en la actuación reciente.